Carlos Gardel lleva años sonando en la capital de España en discos, centros culturales, bares, academias… Y, desde hace 6, asimismo en un edificio okupa: el Patio Maravillas. La luz sutil, la sobriedad de las letras y el porte de los bien vestidos bailarines empapan el escenario milonguero tradicional de determinado aspecto soberbio y estirado. El Patio ha logrado, no obstante, trasladar el carácter liberal del movimiento okupa al encuentro tanguero que organiza: la Milonga Antifascista del Hondo Bajo Fondo. «La idea brotó pues había un entorno apergaminado en las milongas y deseamos crear algo más libre», explica Andrea Venturini, una de las organizadoras.
En frente de los grandes salones con suelos de madera que ofrecen la mayoría de las dieciocho milongas que tienen sitio en la villa de Madrid, la del Patio se baila en una sala pequeña con graffitis en las paredes. A las diez, termina la clase gratis que da Inma Garrido. Pocos abandonan no obstante la sala. La música proseguirá hasta las 12 y nuevos bailarines se van a ir incorporando a la milonga durante la velada.
Canaro, Pugliese, d’Arienzo… Las orquestas que suenan son similares entre las llamadas “milongas clásicas” y la okupa, salvo por el tango electrónico —una pluralidad que brotó hace unos años para relanzar la popularidad del ritmo—. Ciertos organizadores, los más puristas, se niegan a reproducirlo: “Yo trato de que mi milonga sea los más semejante a las de allá”, explica el chileno Maurice Gambra, organizador del acontecimiento El Bulín.

En el Patio, al contrario, siempre y en toda circunstancia cae una tanda electrónica —cuatro canciones seguidas del mismo género de la escuela de tango. Hay tres: tango, tango milonga y tango vals—. Esta noche 2 hombres bailan juntos Los Vino, un electrotango del conjunto Otros Aires. Mientras que, a su lado, una mujer guía los pasos de un tanguero. El intercambio de papeles se empezó en dos mil diez en la capital de España como una parte más de la milonga opción alternativa, cuando Olaya Aramo y Caroline Betemps empezaron un taller de tango queer en el centro okupa Casablanca. Tras el desalojo del edificio, Aramo comenzó una milonga queer, que va a estar suspendida hasta septiembre pues se halla fuera de la urbe. Hasta ese momento, la capital sostiene la asexualidad de los papeles en las clases de tango de Garrido y el encuentro tanguero del Patio. “Ponerte en el sitio de la otra persona ayuda a comprender qué debes hacerle sentir cuando la diriges; o bien qué te está señalando cuando la sigues”, explica José Luis Yanguas, quien lleva 6 años bailando.
La rotura de la pareja tradicional no es exclusiva de las milongas opciones alternativas, como muestran los torneos de tango queer, mas sí que es una forma más que tienen estos espacios de derruir el tango de la rosa en la boca. Un tango que puede desmotivar a los más inseguros. “Hay milongas en las que si no eres joven, no estás buena o bien no vas bien vestida, no bailas”, explica Garrido. Generalmente, en las milongas tradicionales, las mujeres aguardan a que el hombre las saque, lo que puede tener a una bailarina toda la noche sentada tras haber paga los 8 euros de media que acostumbra a valer la entrada.
“Yo ya antes asistía a otras milongas, mas ya no”, asegura Giuliana Zeppegno, tanguera desde hace año y medio. “Como principiante era muy agobiante, por el hecho de que había un nivel muy alto”. Mientras que habla, un chaval tiene a otro agarrado por sobre los codos para procurar marcarle un paso que el otro no logra aprender. “Aquí si te confundes no pasa nada. Estás entre amigos”, asevera Zeppegno.
Prácticamente al final del encuentro, la luz de unas candelas invade la sala: el aniversario de Andrea Venturini había sido la semana precedente y le traen una tarta. No obstante, no son todo ventajas en el entorno okupa. “Si querés aprender, esto tiene un tope”, afirma el tanguero argentino Fernando Giardini. Venturini le da la razón al aseverar que ciertos bailarines han alterado el Patio por otras milongas con más nivel.
“La entrada libre tiene un lado negativo. Hay gente que no se lo toma de verdad. Hace poco vino uno mamado”, recuerda Giardini. Mas los incidentes, conforme asevera, no son la regla. En verano, la actividad se traslada al aire libre, a la Plaza del 2 de Mayo. Algo afín a la milonga El Templete que Santiago Gala organiza cada domingo por la tarde en el parque de El Retiro.
Al final de la noche, cuando se corta la música, los participantes que aún quedan en la milonga recogen la sala. Unos recogen botellas, otros los platos de la tarta, otros barren… Como un conjunto de amigos tras organizar una celebración en la casa de alguien. La carencia de cooperación y de sentimiento de pertenencia incluso colectivo fue, exactamente, lo que terminó con la otra milonga de un centro autogestionado que tenía Madrid: la que organizaba Gala en La Tabacalera. “Aquello marcha con un banco de horas. Mas la mayor parte de los bailarines no arrimaba el hombro en otras actividades”, explica Gala.
Así, la Milonga Antifascista es el único espacio alternativo que les queda a los, más o menos, treinta bailarines que gozan de ese otro aire del tango. Venturini asegura que ya antes asistía más gente, mas desde el instante en que la Justicia anunció el desalojo del centro okupa la milonga ha perdido mucho público. “Algunos dejaron de venir pues piensan que ya no estamos. Otros por miedo”, explica Venturini. Al charlar del posible cierre, a la principante Zeppegno le cambia la expresión de la cara a una de pena y rabia: “Es triste, mas se perderá. Y no hay otra milonga como esta en Madrid”.